Nunca imaginé que viajaría a Canadá estando aún en el instituto y he de decir que me arrepiento de haber necesitado pensármelo durante un día, no sé porqué me lo pensé tanto, pero ha valido la pena.
Todo comenzó como un día normal... pero no todos los días vas a ver a la directora, algo sucedía y quién nos iba a decir que la oportunidad de salir de Europa nos esperaba en el otro lado de la puerta. El Gobierno de Aragón ofrecía al IES Domingo Miral dos becas a dos alumnos de 4ºESO como valoración hacia la labor bilingüe del instituto, pero dejémonos de tantos antecedentes y voy a responder por lo que me preguntáis en vuestro mensaje:
1.- ¿Qué pensaste cuando te dieron la noticia de que te daban una beca para viajar a Canadá? ¿Te lo tuviste que pensar mucho?
He de decir que la situación al principio se me hizo grande, volar en un avión a un continente diferente, en el otro lado del charco, esas preocupaciones fueron las que hicieron debatirme en la duda y necesité un día para pensármelo, creo que eso es lo único de lo que me arrepiento. Tuve que rellenar un montón de papeleo, que me llegó a cansar pero sabía que valdría la pena y no me equivocaba.
Finalmente el día 5 de septiembre, ese día que no olvidaré, comenzó la verdadera aventura. Salimos de Madrid dirección a París a las nueve de la mañana, pero la suerte siempre nos ha acompañado y en París lo que iba a ser una espera de hora y media se convirtió en una de nueve horas, horrible.
2.- ¿Qué diferencias encontraste entre Canadá y España? ¿Dónde y cómo te acogieron? ¿Qué aspecto tenía Canadá?
La primera diferencia que aprecié al llegar, aparte de los husos horarios (6 horas menos que España) son las dichosas aduanas, allí tienes que rellenar un formulario y declarar porque vienes al país, no recuerdo que me llegaron a preguntar, sólo sé que estaba muy cansado y que lo que quería era ir a dormir, pero por lo menos, ya estaba en Canadá. Con tanto retraso llegamos muy tarde y nos quedamos a dormir en un hotel, y al día siguiente nos llevaron a las familias. La familia era muy simpática, también vivía en la misma casa un estudiante extranjero de China, lo que aumento la interculturalidad y por si fuese poco a los dos día vino otro chino a la casa…
La familia fue muy simpática, eso sí marcaron ciertas reglas a las que hubo que abstenerse, los chinos hacían té casi todos los días y toda la familia nos reuníamos a tomar té original de China, no los que venden en bolsitas.
En Canadá lo habitual es vivir en casas aisladas con amplios jardines, además también es común que tengan habitaciones por debajo del nivel del suelo, y he de decir que realmente hacía frío. La temperatura durante la estancia en general fue buena, excepto los últimos días que hicieron 6ºC, pero lo mejor era que ellos decían que esto era normal, que en invierno hacían -30ºC. Había días que comenzaban con niebla y por lo que me dijeron había ocasiones en las que no veías ni tu propia mano.
Las cenas solían ser a las 18:00, pero no entiendo para qué cenar tan pronto si luego se iban a dormir a las 23:00.
3.- ¿Cómo encontraste tu nuevo instituto? ¿Qué asignaturas dabas? ¿Cómo eran tus profesores? ¿Qué aspectos te parecieron curiosos ahí?
El primer día en el colegio fue muy largo, había que habituarse a los horarios, pero lo primero era ir a ver al consejero que se encargaba de ayudarte en la elección de asignaturas, porque en Canadá lo común es elegir cuatro asignaturas y hacer estas todos los días durante un semestre, elegí inglés, física, química y matemáticas, sin embargo, a los dos día cambié inglés –que venía a ser lengua, analizar textos…- y química por informática y drama, pues la cuestión era probar algo nuevo que no pudiera hacer en España. Aparte de esas cuatro horas de clase había otra llamada MSIP (Multi-subject instructional period) era una hora en que el profesor de la materia anterior acababa la clase y el resto de la clase era para hacer deberes o generalmente hablar. A las 11:30h se comía en el instituto, la comida consistía en un pequeño sándwich de jamón y queso, un yogur, fruta, pero no gran cosa.
El instituto en el que estuve era según los profesores pequeño, otra diferencia con España es que cada profesor tiene su clase y son los alumnos los que van a ella y otra diferencia los laboratorios de física y de química eran completamente diferentes a los de aquí, estanterías llenas de cosas que vete tú a saber para qué eran. Siguiendo con las diferencias es muy común ver banderas de Canadá en casi todas las puertas de las casas y también ponen el himno todos los días en el colegio y por ignorancia nuestra el primer día los españoles no nos levantamos no hace falta mencionar la cara con la que nos miraron.
4.- ¿Cómo se llamaba el municipio dónde permaneciste en Canadá? ¿Cómo era?
La ciudad en la que estaba se llamaba Carleton Place y el río que pasaba por allí era nada más y nada menos que el río Misisipi. Carleton Place era una ciudad vieja con edificios emblemáticos y antiguos generalmente de madera, pero tenía paisajes hermosos. En cada esquina veías ardillas correr por los jardines. La ciudad era grande porque evidentemente, si todas las casas eran individuales una tras otra y en su conjunto ocupaban mucho espacio.
5.- ¿Qué actividades realizaste en tu estancia en Canadá? ¿Qué lugares visitaste?
En Canadá visité un parque de animales llamado Parctirolinas, que para que os hagáis una idea, eran de lado a lado del instituto, también he ido a las Cataratas del Niágara, Toronto, la torre CN de Toronto, la universidad, China Town, y lo mejor, estuvimos en un hotel en el que las habitaciones daban a un estadio de rugby, y precisamente estaban jugando un partido. También he ido al Parlamento de Ottawa, que alberga una gran historia, visité el centro médico en el que trabajaba la madre, fui a coger manzanas y de compras a Kingston en el que había tiendas de ropa de todas las marcas que conocemos en España (nike, adidas, l’evis, puma…) pero más baratas, incluso fuimos a un circuito de carreras.
6.- ¿Cómo te resultó la hora de volver a España? ¿Y la despedida, cómo fue? ¿Volverías?
Finamente los días pasaban y llegaron los últimos, para despedirnos nos hicieron galletas a Silvia, Teresa y a mí –los españoles que estábamos en el colegio-, también nos escribieron en una tarjeta mensajes de despedida, fue un regalo y una muestra afectiva que nunca se olvidará.
Volvimos a España, donde nos esperaba la rutina, todo lo que habíamos dejado atrás durante un mes y que implicaba el fin de nuestras vacaciones pagadas y como no, estuvimos cuatro horas en París.
Y lo dicho, no me arrepiento de haber ido, ha sido genial y desde aquí recomiendo a todos que se vayan a otros países porque la verdadera forma de aprender un idioma es ir al país en que lo hablan, eso sí, un mes no da para mucho y si tuviera la oportunidad de volver, volvería esta vez sin dudarlo, porque todos me han dicho que si vuelvo, que les pase a saludarles.
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