¡Genial! Dos marineros del Óceano Domingo Miral, Celia Garcia Muñoz y Santiago Molinos han adivinado quién es el personaje que pudo haber sido un pirata de guante blanco al que hemos dedicado dos entradas anteriores. ¡Mil gracias por seguirnos y mandarnos vuestra respuesta!. Para los que no lo sabéis aún, o no lo habéis mandado… Ahí va la tercera y última parte del relato:
“Cuando Henri llegó a Paris decidido a convertirse en pintor eligió instalarse en el barrio más alto y más bohemio de la ciudad: Montmartre -¡Ay, qué recuerdos…!-.
Montmartre había sido un antiguo barrio rural lleno de viñedos situado en lo alto de una colina que se había puesto de moda entre los artistas más modernos de la época, los impresionistas. Poco a poco sus laderas se habían ido llenando de teatros, cabarets, cafés…
-¡Qué impresión!- es lo que debió pensar Henri cuando llegó allí: Montmartre era un laberinto de calles empinadas y escaleras que subían y bajaban. Henri sólo era un pueblerino rico del sur de Francia, cojo y enano, perdido en la ciudad más bulliciosa del mundo.
Pero Henri era mucho Henri… Y lo digo porque fue entonces cuando le conocí. Empezó a ir a clases de pintura en varias academias de arte y aunque a mí no me dejaban entrar porque en esa época yo era una chica y el arte era “cosa de hombres”, solíamos vernos de vez en cuando.
¡Cómo le gustaban las fiestas! No se perdía ninguna. Y disfrazarse… de mujer, de samurai, de imán, de clown…
Cuando le conocías notabas que Henri tenía ese “no se sabe qué” que hace que alguien sea especial, y que no pase desapercibido. ¡Y si tenías la suerte de verle dibujar…!
Solía hacerlo de noche, en los cabarets y los cafés. A veces no se sabía qué se movía más rápido, si las bailarinas de can-can –el baile de moda- o la mano de Henri trazando líneas y curvas.
Acabó convirtiéndose en el pintor de la vida nocturna de Paris. Sus modelos eran las artistas y el famoseo de la ciudad, los sitios de moda como el Moulin Rouge o el Mirliton, las prostitutas y los clientes que también frecuentaban los clubs…
Henri fue un gran pintor y un gran publicista, por llamarlo de algún modo. Pintaba cuadros que parecían carteles y carteles que parecían cuadros. Sus retratos parecían caricaturas y sus caricaturas eran auténticos cuadros…
Pero llevar el tren de vida que nutría la obra de Henri tenía sus consecuencias. A sus problemas de salud congénitos y crónicos se sumó el alcoholismo y empezó a sufrir alucinaciones. Aunque seguía pintando de maravilla y casi sin descanso, Henri se consumía.
Y volvió a su casa: al castillo familiar de Malromé, donde terminó sus últimos cuadros bajo el cuidado constante de su madre. Y donde murió, con sólo 37 años, el 9 de septiembre de 1901.
Se llamaba Henri de Toulouse Lautrec y yo tuve la suerte de conocerle.
(24 noviembre de 1864, en Albi, Francia / 9 de septiembre de 1901, en el Chateau de Malromé, Francia)
No hay comentarios:
Publicar un comentario